viernes, 15 de enero de 2010

Tengo que levantarme a escribir.


Un minuto de silencio por ellos. Pasaron a ser recuerdo y se convirtieron en cadáveres. Pasaron por mi vida y con cada uno se murió una parte de lo que era para ver nacer a la siguiente.
Ellos son ya una procesión fantasmal, pero solo Dios sabe que en su día estuvieron más vivos que nunca en mí: en la mejilla encendida, en el labio tembloroso, en la mano sudorosa, en la mirada brillante…

JF fue el engaño. O mejor dicho, el desengaño. El más claro ejemplo de cómo detrás de un todo siempre te espera el abismo de la nada, sin mediar explicación.
JA fue la efervescencia del verano plasmada en un cuaderno deshilachado. Las coquillas que cesan en cuanto dejan de hacértelas. Ni menos ni más.
A me enseño la gentileza. Me llevo de su mano de galán de los 50 por los buenos modos, por la exquisitez en las formas y el lujo de los detalles. Que a veces, lo mejor del plato es la presentación.
DR me ayudó a descubrir que el primer paso para fijarse en alguien es saber que ese alguien se ha fijado en ti. Y a partir de ahí la ilusión se alimenta sola. El ensueño y la timidez.
LTM fueron la esencia de la adolescencia. Lo primero propiamente destacable. Figuras en sombra perdidas en aquellos vestuarios. Miradas que se buscan y se apartan al encontrarse. Tropiezos en los pasillos no nacidos de la torpeza.
JC un placer solo para adultos. Algo inalcanzable. Interesante. Diferente. Un viaje hacia lo atractivo de la inteligencia, hacia lo morboso de la experiencia. Un desafío a lo imposible.
J el primer amor. Los nervios. La impaciencia. El deseo. Apostarlo todo a una sola carta en un juego tan ciego que no importaba perder. La poesía. Unas manos. El poder de su voz. El imán que ejerce el peligro.
S un viaje desesperado al pasado para atar cabos, para resolver asuntos pendientes que pendientes quedaron y quedarán. Lo mucho que promete una persona cuando la pintas en tus sueños. Lo poco que encuentras luego con las gafas de cerca.

…y M, aunque no se un fantasma, ya me ha cambiado también.

Me pregunto a cuantos de estos espíritus habré conocido realmente o si sus nombres eran los que puse aquí. En mi mente, algún día, existieron todos.

Tan bien.

Yo también lo se. Yo también lo he vivido.
Se lo que es correr al encuentro de alguien a quien hace años que no ves, con la intención de abrazarle con todo tu cuerpo, y encontrar al otro lado un muro de piedra. Un estandarte de frialdad y olvido. Un montón de hojas secas a las que ni el tiempo perdonó.
Se lo que es no sentir correspondida una emoción que palpita en ti con tal fuerza que todo tu mundo se agita en torno a un solo nombre que casi nunca tiene oídos para el tuyo.
Se lo que es querer y no poder y ante todo lo mucho que cuesta transmitírselo a la gente con la que crees tener una deuda perpetua, para que lo entiendan.
Se lo mucho que hay que escoger las palabras para que digan justo lo que quieres decir y que por eso muchas veces es preferible quedarse callado.
Se que a veces el respeto se pierde con un silencio antes que con un grito.
Se muchas cosas que no me sirven para nada porque cuando se repiten vuelven a dolerme igual. Por eso, tan bien se, sin lugar a dudas, que aún no he aprendido a vivir de manera inteligente. O eficaz.