lunes, 24 de agosto de 2009

Países.


“Me sentía muy torpe. No sabía cómo llegar a él, dónde encontrarlo. Es tan misterioso el país de las lágrimas…”
Podría decirse que las lágrimas son un arte si se considera que por muchas normas que haya escritas sobre ellas, ninguna es 100% aplicable.
Cuando vemos llorar a alguien, más allá del sufrimiento empático que esa contemplación nos provoca, tenemos acceso a un universo inmenso que se oculta en el interior de esa persona.
Las lágrimas son una llave hacia la forma de sentir de un individuo. Lo que le conmueve, lo que le hace estremecerse hasta el punto de mostrar al exterior su cara más frágil y vulnerable.
Llorar en público resulta muchas veces difícil por eso. Al fin y al cabo, todos tenemos una coraza y cuesta prescindir de ella porque eso supone contactar de la forma más directa con una realidad que nos apunta con el dedo directo a los ojos, o al corazón (el principio de todo).
Pero aprender a llorar es necesario, aunque a veces resulte injustificable, en verdad detrás de cada lágrima siempre hay un buen motivo.

Durante estas últimas semanas tus brazos se han convertido en un hogar muy confortable para mí. En ellos puedo prescindir de mi máscara y conectar con todas esas emociones que palpitan en mí con fuerza, aprisionadas por un millón de excusas que las retienen vilmente.
Creo que esta tarde, tumbada a tu lado, ha sido una de las poquísimas veces en que he experimentado la libertad y me he sentido en armonía con todo lo que me rodeaba en ese momento: el tacto de las sábanas, la intensidad de la luz, el calor de tu cuerpo, el murmullo que se colaba por la ventana entreabierta…
Ha sido un instante muy especial para mí. Imagino que por eso no quería moverme.
“El agua también puede ser buena para el corazón”.

… Después, me puse a recordar todas las cosas que han ocurrido en los pasados dos años, que me hicieron renunciar a la belleza de la vida y negarme a mí misma. Del rechazo que me dominaba entonces, la indiferencia, la apatía y la dejadez que me llevó a la autodestrucción.
Entré, pues, en el universo de los propios problemas, tan relativo y subjetivo como el de las lágrimas.
Sé que has pasado por momentos realmente duros y lamento no haber estado a tu lado para transmitirte entonces la calma que dices que te doy ahora.
Resulta paradójico comprobar que las personas suelen reaccionar con mayor fortaleza cuanto más grave es el inconveniente al que se enfrentan, y en cambio, parecemos tener una inclinación especial por desmoronarnos ante dificultades mucho menos trascendentes. Pero es que medir la importancia de un problema es tan complicado…
Puede que la gota que haga colmarse el vaso sea la menos densa de todas y aún así lo que realmente cuenta es el efecto que produce.
Eres muy valiente. Es algo que pienso todos los días. En eso y en lo mucho que me alegro de que te hayas dado una oportunidad a ti mismo. Lo que quizá no sepas es que, en consecuencia, nos la has concedido también a todos los que estamos cerca de ti. Para mí contigo todo es maravilloso.
Tú eres esa partícula cuya ínfima variación enseguida noto.
“Nada del universo puede ser igual si en alguna parte, no se sabe dónde, un cordero que no conocemos se ha comido, o no, una rosa…”

Hay tantas preguntas que podríamos pronunciar sin mover los labios, como respuestas se traga el aire. Pero el silencio es hermoso cuando empiezas a leer el cuerpo de la otra persona como si fuera un libro abierto, encontrando en él pistas para solventar todas las dudas que la mente pueda albergar.
“Nunca respondía a las preguntas. Pero cuando uno enrojece, significa <>, ¿No es cierto?”.
Desde ese momento, los únicos secretos que existen son aquellos que uno prefiere ignorar en pro de preservar el misterio.

Acariciar a alguien es lo más parecido a mirar una bola de cristal, siempre y cuando te hayas esforzado por conocer de verdad a esa persona. No hace falta ser adivino, sólo es cuestión de voluntad…y búsqueda.
“Me pregunto si las estrellas no estarán iluminadas para que cada uno pueda un día encontrar la suya”.
Al parecer, yo ya he encontrado la mía.




domingo, 14 de junio de 2009

Enséñame tus manos


Sus manos estaban en tensión. Aquella postura encerraba una declaración de intenciones. Las palmas replegadas sobre sí mismas con fuerza, eran hojas en blanco surcadas por cicatrices, no de palabras, sino de recuerdos. Recuerdos que ya no tiñen, pero tampoco desaparecen.
Las observaba con el mismo detenimiento con el que analizaba las manos de otros, su movimiento, su cadencia, su lenguaje intrínseco, las pistas que ofrecen, la magia que esconden y que pueden materializar. Pero había una diferencia clave a pesar de todo. Ella sabía el por qué de lo que veía, sabía lo que había vivido y el modo en que había hecho mella en sus emociones.
Eso siempre le había llamado mucho la atención. La distinta forma en que dos personas pueden reaccionar ante situaciones externas completamente idénticas. El modo en que nos afecta la igualdad. El modo en que nos marca la diferencia.
Y ahora, ¿Qué secreto o secretos ocultaban? ¿Por qué los puños estaban apretados sin dejar a los dedos que surcaran libres el aire, el espacio en constante movimiento?
Quizá era sólo por retener algo que le había costado mucho conseguir. Por miedo a perderlo, por temor a que si dejaba una sola ranura hueca, todo aquello se esfumara. Qué complicado se torna todo tarde o temprano. Unos puños que luchan contra lo inevitable. Una historia que camina de espaldas.
Se pregunta.
¿Es correcto luchar contra el devenir natural de los hechos?
¿Es útil hacer fuerza eternamente para evitar que algo, que debería mantenerse y alimentarse por sí mismo, se desvanezca?
Me pregunto.
¿Entiendes algo de lo que digo?

domingo, 7 de junio de 2009

Fuego camina conmigo.


Le dije: "Monta, que te llevo al sol"

Me djo: "Que tontería... ¡Arderás!"

Le dije que no pensaba ir de día y se ría. "Ya verás, - le decía - si te fías de este guía. Dicen que cuando llegas hay un flash". Y me creía, me daba alas, parábamos a dar caladas en coordenadas desordenadas. Sentados en el Meridiano de Greenwich dejábamos colgar las piernas, sabiendo que la búsqueda era eterna y que hay muchas paradas a lo largo del camino, y que lo importante no es llegar sino... sino el camino en sí. Miramos a atrás y supimos que nadie volvería a vernos más.


Javier Ibarra (Kase.O)

sábado, 2 de mayo de 2009

Aún no es demasiado tarde.


Me siento a esperar con la vista fija en las últimas palabras que salieron de tu boca.

Me siento a esperar porque de una noche estrellada, como la de hoy, se puede recibir más que de muchas personas.

Si ves una luz en torno a mí, no te asustes. No estoy aquí para impresionarte y menos aún para darte la espalda.

Labios jugosos. Manos frías. Corazón caliente.

Creo en la magia porque me he visto levantarme medio millón de veces y seguir con la cabeza alta a pesar de todo.

Creo en la magia porque te he conocido a tí.

Cuántas veces he deseado poder escapar de mi cuerpo y verme como tú me ves, como ven todos ellos. Contemplarme sin juzgarme. Opinarme sin medir.

Hoy voy a escribir lo primero que se me pase por la cabeza, aunque no tenga sentido alguno. Al fin y al cabo las frases coherentes sólo disfrazan el absurdo que nos rodea, pero escribir correctamente es importante. Toda una declaración de intenciones. Un acto de buena fe.

Con tanto alcohol en la sangre nadie sabe lo que hace, pero quien es cuerdo lo es hasta el final. Te lo digo yo.

Y si me lo dices tú, sólo enséñame paciente, para que pueda aprender a creerte. Porque yo he traicionado muchas veces. Tantas como me inventé historias para hacerme sonreír y encontrar un motivo para salir a flote. Aún así fue un pecado.

Hoy es igual que ayer, e igual que mañana, pero yo me mudo el alma unas diez veces al día y desde ese momento todo cambia a mi alrededor.

Porque la inestabilidad llega cuando a pesar de caminar por una línea recta, rectísima, uno sabe que está en la cuerda floja y que tambalearse sale caro.

Tener miedo es lo único que puedo perdonarte, pero si no logro cambiar mínimamente esa sensación tarde o temprano, me tocará asumir mi derrota.

Porque guardo un abanico de razones para confiar debajo del brazo. Porque yo no nací con un pan, sino con verdades, porque debe de haber alguien a quien le puedan servir.

Supongo que dejé de ser ambiciosa cuando conocí el verdadero poder de la vida, cuando me di cuenta de lo insignificante que soy... pero hay algo que no puedo cambiar: Mi adicción suprema, la tentación que me guía; Buscar una víctima, una excusa para devolverle al mundo una esperanza.

Hay motores que nunca se apagan, que mueven milagros en universos pequeños, tan pequeños, que con un mínimo descuido se rompen para siempre.

Yo puedo cuidarte, de la misma manera que cuidé de mí y limpié mis heridas. De la misma manera que lavé una piel de cicatrices para que alguien volviera a acariciarla y renovase el placer.

El tiempo. El espacio. Tú. Yo. El mundo. Un punto. Una inmensidad.

Hay tantas formas de contar una misma historia... Pero sólo existe una versión capaz de condensar la intensidad de un momento: Vivirlo por uno mismo, guardarlo y saborearlo después.

No te quedes con ganas de nada. No te reserves el aliento. Es preferible que tu aire se agote por la agitación, a respirar sin cesar porque te sientes ahogado. ¿No crees?

Y ahora es cuando viene el suspiro. Todo eso que nos callamos. Un sentimiento más que se muere en favor de un silencio. Júntalos todos y díme sin adornos lo que me quieras decir.

Aún no es demasiado tarde.

Ella baila sola...





























... Y yo, también.

viernes, 1 de mayo de 2009

El poder de las horas



Clarissa Dalloway dijo que compraría las flores ella misma. Tomó esta decisión al comprender que si no lo hacía, nadie lo haría por ella. Toda una vida avalaba este pensamiento. No merecía la pena esperar.

El tiempo es muy valioso y ella estaba triste porque una vez más se había equivocado. Depositar la fe en el lugar erróneo se paga caro y una mujer siempre es experta en esto: La mujer y la decepción. Algún día escribiría sobre ello. Pero aunque el tiempo es valioso hoy sólo le quedaban fuerzas para lamentarse, para pensar en todo lo que no era y en las batallas perdidas.

Un ramo de amapolas para su fiesta en honor de los fracasos, por las promesas que nunca se cumplen porque la buena intención caduca a mitad de camino.

Sabía muchas cosas que no hubiera querido saber. Verdades inútiles que ni siquiera podían prevenirle del sufrimiento.

A la vida le pedía poder creer en algo. ¡Cuán efímeros son los rayos de luz que una persona desprende! Al final uno sólo puede pintar una cosa, tal vez porque el final es el mismo para todos.

Clarissa Dalloway tenía un rostro que no le correspondía, un cuerpo al que no reconocía su espejo. Su mente nunca estaba en buen lugar y a ningún viaje se llevaba maletas.

Sólo un día... sólo uno para el desengaño.

¿Qué hubiera pasado si aquel día las cosas hubieran salido bien? Ni siquiera fue capaz de apagar la luz. Cuánta torpeza...

¿Qué puedo hacer ahora?

Clarissa Dalloway se despertaba rodeada de excusas, comía rodeada de excusas, se acostaba rodeada de excusas. Ella misma era una excusa. Todo lo que se había inventado, todos sus intentos recubiertos por una densa capa de polvo, de hollín.

Y sí, ¿Qué puedo hacer ahora que he comprendido que no hay nadie a quien pueda agarrarme?

¿Qué puedo hacer ahora si sólo me quedan estas flores marchitas que un día compré para tener un motivo por el que maravillarme?

¿Dónde quedó la belleza?

La vida no era cruel, pero sin duda, algo había salido mal y era demasiado tarde para remediarlo.

Igual, si se tumbaba en el suelo desnuda y cerraba los ojos... no pretendía hallar ninguna respuesta. Lo único que quería era ser capaz de ver las cosas fáciles por un momento.

Harta de correr por laberintos, sin aire, sin sol. De ver puertas cerradas. ¡Oh! También estaban aquellas que se abrían y conducían a un abismo en cuanto las cruzabas.

Un ladrón vino una vez al alba y se lo llevó todo.

Un ladrón sin rostro, un ladrón vengativo, como todos los que roban la ilusión.

Clarissa Dalloway dijo que compraría las flores ella misma.

Ella era la eterna anfitriona que jamás recibía un gracias... sólo espaldas de indiferencia.

Pero le quedaba aquel ramo acomodado en su viejo jarrón, que adecentaba con gracia mientras saboreaba la amargura de aquello que alguna vez escuchó y hasta hoy no había comprendido: "Sólo hay una cosa que no perderé nunca. Y esa soy yo misma."


domingo, 26 de abril de 2009

Muy pronto oscurecerá.




En medio de la vía te confieso que necesito una tregua, y también añadiría algo más, para que veas que no eres el único que se siento perdido, a la deriva y harto de sí mismo: De mi quema sólo salvaría a los niños. Esa es mi verdad, ese es mi secreto.


Sólo a ellos porque el resto del mundo acaba por causarme repulsión tarde o temprano, porque todos me parecen igual de vacíos, porque no entiendo nada cuando hablan, porque no veo luz cuando miran, porque en lugar de moverse se arrastran, porque somos una especie de basura que apesta.


Todos me sobran excepto los niños. Ellos me devuelven la esperanza cuando creo que ya está todo perdido.


Ellos son la única compañía que no le sale cara a mis emociones. Por ellos vendería toda la calma de mi soledad porque siempre saben cómo acariciarte el alma.


¿Qué te parece?


¿Te sorprende?


No estás solo en el sinsentido y la rabia no es mala, siempre y cuando no te impida seguir buscando una salida. La diferencia entre tú y yo radica en las puertas que te cierras, en no ser capaz de valorar la oportunidad que tienes en tus manos en este preciso instante. La diferencia entre tú y yo es que vas a dejarme escapar porque no tienes agallas para implicarte en lo inesperado. La diferencia entre tú y yo es que vas a perder este tren y cada vez te alejarás más de tí mismo.


Muy pronto oscurecerá.
PD: Fotos por cortesía de mi muñeco.

sábado, 11 de abril de 2009

Historias para no dormir...

¿Quieres que siga…?
Le preguntó Carolina al maniquí, pero no respondió. Aún así, ella siempre encontraba una buena excusa para justificarla: “el juego de dar y recibir placer no siempre es tan simple.”
Carolina acariciaba su torso desnudo, sus senos, convencida de que sólo una mujer es capaz de saber lo que otra necesita realmente. Y sí, esta idea la alentaba a continuar con esmero, con la combinación exacta de calma y furia, pero no obtenía respuesta alguna en su compañera.
“A veces no basta con no apartarse. Acercarse es importante también.”
Ella era una experta en esto. Todas sus relaciones, las que eran efímeras por acuerdo, y las que se prometían algo más, se habían caracterizado por ser la pobre tonta que da y nunca recibe. Y no le frustraba tanto el hecho de dar y no recibir, como que esta situación, alimentada por el temor a agobiar a la otra persona, le impedía entregarse plenamente, como quisiera.
Seguía amando a ese trozo de plástico que posaba sus ojos sobre ella, sin mirarla siquiera, y no podía evitar preguntarse cuándo sería el día en que pudiera conocer a alguien dispuesto s recibir y valorar todo lo que tenía.
Anhelaba muchas cosas. Anhelaba una relación con menos esperas, en la que no hiciese falta morderse las ganas, ni la lengua.
Anhelaba ser capaz de enfadarse lo suficiente como para mandar a paseo a todos aquellos que la creían capaz de entender y perdonar cualquier ausencia…
Y entre tanto sueño roto, entre tanta esperanza truncada, las manos le empezaron a doler. Notó mil cuchillas de hielo atravesándolas, y el calor de la llama, como remate final.
Se asustó.
No era capaz de explicarse lo que había ocurrido. Y el maniquí permaneció impasible, en un mundo del que ella jamás podría formar parte: la indiferencia, el dejar las cosas pasar sin tomar ningún partido.
Fue al cuarto de baño y se examinó frente al espejo. Reconoció lo que veía, pero sus manos estaban igual que lo habían estado siempre. Manos hechas para surcar la piel de otros.
Sólo cuando se mimó a sí misma, sólo cuando descubrió el tacto y el sabor de su propio cuerpo, consiguió que cesara el dolor. Desde ese día, la vida fue un poco menos cruel.

PD: Gracias por la inspiración.

viernes, 10 de abril de 2009



¿Quieres que siga...?

Consigue un culo sexy, como el de JLo.



Hoy, mientras caminaba en dirección a la estación de autobuses, pensé en lo tontas que podemos llegar a ser las mujeres. Voy a partir de una premisa algo autoritaria y categórica: Esta frase, nadie me la puede rebatir. Tengo la total certeza de que a muchas les ofenderá profundamente, pero si la franqueza superase a la rabia inicial, habría que admitirlo: Somos un poco estúpidas. Y lo somos por muchas razones, pero una de ellas, sin ir más lejos, es la de comprar una revista que reza "Consigue un culo sexy, como el de JLo" y creérnoslo.

Siempre he pensadoque cuidarse es necesario, porque es realmente importante sentirse bien con uno mismo y en ésto, la imagen, pormucho que nos duela, cuenta. Pero si quieres cambiar la forma de tu trasero, por favor, no lo hagas para parecerte a JLo. Si tu nombre es Luisa, consigue tener el culo sexy que tú quieras tener. De hecho, tus glúteos serán los más firmes del mundo para tí, y eso es lo que cuenta, que tú seas sexy, sin comparaciones ni escalas.

Renovarse para agradar a los demás es absurdo. Y las féminas tenemos gran tendencia ello cuando nos juntamos con un macho-macho:


- ¿Tú me ves gorda?

- ¿Te parece que ésto me sienta bien?


Lo primero de todo es que los hombres, sin ánimo de ofender, no se merecen tal despliegue de medios. Lo segundo: la verdadera igualdad, por la que tanto luchamos, empieza por tener cierta autonomía y aprender a caminar sin que un baboso te siga. Y sé que con ésto me meto en terreno pantanoso, pero opino que nosotras mismas somos las que más nos perjudicamos en numerosas ocasiones. Porque somos las primeras en vendernos y por tanto en rebajarnos, porque lo convertimos todo en una crisis existencial, porque disfrutamos despellejándonos las unas a las otras, porque aún hay quien finge los orgasmos o no es capaz de decirle a su amante que no le gusta lo que le está haciendo, porque suplicamos las migajas de la nada... en fin.

Como mujer que soy, y muy orgullosa de ello por cierto, me encantaría que despertásemos un poco.

Que las publicaciones que ganan dinero a costa de etiquetar al sexo masculino para explicarnos lo que les gusta, cómo les gusta y dónde, desaparezcan porque la gente sustituyó su lectura por la improvisación. Sólo a base de probar se llega.

También sería alentador que si antes de tener una cita te pasas toda la mañana ecerrada en el baño poniéndote toda clase de potingues encima, al menos y antes que nada logres impresionarte a tí.

Que si tu chico te prefiere con el pelo recogido te lo sueltes de vez en cuando. Que vivas también para tí misma.

Y nada más. Sólo mencionar que si alguien se siente indignado por este texto, mil perdones y una recomendación: échese un vistazo en profundidad.

lunes, 16 de marzo de 2009

Be S.O.S






















Y dime sí.


Dime si me querrás cuando me hinche como una pelota, cuando tus labios se conviertan en un paisaje desconocido para mí y tu piel en un laberinto que no sepa recorrer si no es a base de tropiezos.
Dime si me querrás cuando mis manos pierdan su textura suave, cuando no puedan calmar una temperatura por exceso o por defecto, cuando no exista un antifaz capaz de hacerme ser un poco más guapa. Dime si me querrás cuando se borre la sonrisa, cuando se pierdan mis ganas de jugar y mi tema de conversación. Cuando te esquive por orgullo esperando que me abraces, causando una confusión que nadie soportaría.
Dime si me querrás cuando ni yo misma lo sepa, ni lo que pasa, ni lo que tengo, ni lo que soy. Cuando ya no quede nada de eso que un día creíste encontrar en mí.
Dime si me querrás cuando la ilusión de la novedad se apague y no queden más que verdades, que rutinas.
Dime si me querrás cuando lo descubras: que yo creo que no podría, que no se puede vivir del amor.

El (g)Rito.



Algo falla, sin embargo, al recostarme en la ventana todo parece mucho más fácil. Observo a las nubes expandirse, caminando hacia mí. Ni siquiera un día como hoy me preocupa que el sol se haya vuelto tímido.
Pero algo falla. Lo pienso mientras procedo con mi ritual. Enciendo un cigarrillo. El primero del día a las siete de la tarde. Recién empezado uno lo consume con gracia, despacio, lo saborea. En cambio, cuando el filtro se aproxima apuras las últimas caladas, quieres retenerlas y su sabor se vuelve irremediablemente más amargo. Imagínate fumar siempre colillas casi acabadas. Imagínate vivir una vida siempre así, a medias por estar constantemente pendiente de cuándo llegará el momento en que la tranquilidad te de plantón, dominada por el miedo de que la buena racha concluya. Es muy complicado. Sólo el viento puede comprenderlo, porque él es un experto en los efectos que causa su agitación sobre las distintas partículas con las que juguetea.
Y aunque asomarme a una ventana me gusta, los malos pensamientos me tientan, pero nunca, jamás, he sido capaz de saltar, del mismo modo en que tampoco he aprendido a apreciar el brillo, la sensación de estar bien, al menos no plenamente, debido a la pesadumbre causada por la incógnita de no saber lo que vendrá después.
Y cómo me gustaría dejarme llevar sin más, flotar vacía de inquietudes como cuando el mar me acaricia en pleno verano, y entonces todo es perfecto.
Alguna vez he pensado lo que pasaría si pudiera volver a atrás para remendar todo ese exceso de aciertos que me han llevado a errar de la peor forma posible. ¿Pero cómo hacerlo? Si ni siquiera sé a ciencia cierta cuáles fueron los triunfos que me perjudicaron. La sobrecarga de exigencia no es una respuesta precisa.
Lo único de lo que estoy convencida por mi condición, por la mía y por la de todos, es que no puedo resignarme, no debo aceptar la idea de que no es posible cambiar. No quiero conformarme. Ser ambicioso con tu propio caminar, ¿De qué manera puede perjudicar al resto?
Ojalá que todos encontréis vuestro sitio y si no, allá donde estéis, que no os importe.
Ojalá que yo me encuentre también.

domingo, 22 de febrero de 2009


Cuando uno alcanza a ver los colores de la vida siente algo inexplicable; e irremediablemente, cuando algo es inexplicable estamos destinados a derrochar palabras en torno a ello. Básicamente, ésto es lo que me dispongo a hacer yo en modo preferencial.

En el momento en que vi los colores tuve miedo. Porque sí.

El miedo hace que te lo plantees todo, por ello, como primera verdad que contrarreste el poder una mentira que nos contamos a menudo: la duda no nace tanto de la curiosidad como de la inagotable fuente de temor que nos invade.

Suelo tentarme a medir el grado de magnetismo de los demás en base a la cantidad de preguntas que pueden hacerse a lo largo del día, como si eso fuera el sumum de la inteligencia. Pero luego recuerdo que ésta, como todo, sólo sirve cuando eres capaz de aplicarla de manera práctica y aquí ganas el día que comprendes que todo es absurdo. ¿Cuál es entonces el mérito de preguntar? No lo sé.

Perdemos tanto tiempo en busca de respuestas universales... Queremos medirlo todo, que ese todo sea exacto, que no halla peros, ni matices ni un ay.

Contamos, lo que nos lleva también a descontar. Y mientras tanto, toda nuestra sensibilidad se atrofia. Dejamos de ver luz en las personas para cambiar nuestra percepción natural por una definición que no entiende de emociones. Del calor que te invade cuando la luz de alguien te llama. Cuando su color es el que buscas para representar aquello que quieres.

El color de un beso, de una caricia, de un suspiro, de una mirada, la respiración entrecortada de cuando tus propias prohibiciones hacia algo te ahogan, el olor, el abismo de un adiós aunque haya sido pactado, la tenebrosidad de cuando nos enfrentamos a nuestras sombras, de cuando decidimos pintar sin ocultarnos tras la protección de un interrogante o unos puntos suspensivos...

Porque en realidad todos sabemos y eso es lo que nos provoca mayor pavor.

viernes, 20 de febrero de 2009


Este es el primer texto que publico aquí y parece lógico, cuando uno comienza algo, presentarlo aunque sea mínimamente.

Puedo hablar, pues, de las espectativas que tiene este espacio. Pero ni soy lógica ni creo en los beneficios de esperar.

Lo he titulado "A solas" porque me gustaría conferirle una connotación un tanto intimista.

Cada vez que escribo me gusta pensar que con ello suplo las carencias que presento en mis otras fromas de comunicación. Quisiera crear un rincón tan tranquilo como cuando uno se sienta al atardecer en la playa, cuando ya a penas queda gente, y escucha cómo las olas rompen en la orilla. Desearía no pecar de cursi, lo digo por la frase que acabo de escribir anteriormente. Más que nada sería bonito que le des un sentido personal a cada una de mis palabras, que vivas tu propia historia a partir de ellas, que seas capaz de visualizarte e identificarte. AL FIN Y AL CABO, TODOS FORMAMOS PARTE DE LO MISMO.

Lo mejor del arte, es la posibilidad de hacer que los demás sientan e incluso se emocionen.

Sólo espero que te sientas como en casa cada vez que entres aquí. Yo aún no sé muy bien cómo funciona, pero trataré de ofrecerte algo interesante.

Hsta pronto.