domingo, 25 de abril de 2010

Alegoría.


Cuando era pequeña tenía un sueño que se repetía, no todas las noches ni mucho menos, pero sí con la suficiente frecuencia como para no pasar desapercibido.
Era yo. Yo en una habitación no muy grande, con paredes y puertas azules.
No había muebles, sólo ese tono azulado que dominaba la sala y las puertas, a modo de cebo.
Tampoco era de esa clase de sueños que te hacen encender la luz al despertar para comprobar que todo está en su lugar y que no ocurre nada malo, pero eso sí, en el tiempo en que duraba parecía como si el conjunto de músculos, órganos y sentidos del cuerpo se pusiera en tensión para afrontar una situación decisiva.
Esa situación no era otra que la de escoger la puerta adecuada.
Externamente todas se me antojaban iguales. Las mismas proporciones, exactamente la misma capa de pintura cubriendo la hoja, el mismo pomo redondeado y plateado... Pero sin necesidad de la ayuda de un buen apuntador sabía que sólo una de esas puertas me conduciría al rincón donde me esperaban. Una era la válida. Tenía que acudir a ese sitio al que me unía una especie de misión desconocida, atender esa llamada lejana...y antes de alcanzarlo, me despertaba.
Nunca pude saber por tanto si mi decisión había sido buena, y eso que siempre me decantaba por el acceso del medio. Diplomacia. Neutralidad.

Hacía mucho que no reparaba en esto. Pero ayer algo me hizo recordarlo.
¿Y si ahora, transcurridos más de diez años, pudiera descubrir lo que me deparaba mi elección?
¿Y si en algún momento de mi vida me topase con una habitación de paredes y puertas azules?
¿Y si eso me hiciera viajar al mundo donde viven las intenciones, las ideas sin dobleces, la esencia de lo que realmente somos antes de que nuestra pureza se contamine?
Tal vez durante mucho tiempo, sin siquiera darnos cuenta, tenemos a nuestro alcance la llave que nos conduce al molde a partir del cual se crea lo que nuestros sentidos son capaces de percibir...y aún más.
Lo auténtico, de lo que el alma hablaría si tuviera voz.
Las batallas, que el alma contaría si tuviera nietos.
Los recuerdos, que el alma deshojaría si se llevase bien con Memoria.
Nuestro eterno principio, más allá de la mera superviviencia, de la simple evolución.

Todo esto por ayer. Por una historia que me lleva a recalar en lo platónico, en la verdadera belleza de las cosas que en ocasiones es negada por la tozudez de una dimensión superficial demasiado densa, como niebla en el tupido bosque. Y sabemos, tú y yo sabemos que al fin y al cabo ésto va de BELLEZA. En mayúsculas.
Llámame Leona... Llámame Alicia.
¿Quién no quiere un País de las Maravillas donde poder devolver la inocencia perdida?
¿Quién no ha querido combatir alguna vez en nombre de los ideales? Repito: No de "unos" sino de "los" ideales.
Es extraordinario, ¿No crees? El guía que nos ayuda a despertar de la confusión y camina junto a nosotros los primeros y más decisivos pasos. El loco que dice aquellas verdades que nadie más se atreve a decir, que se enamora siempre como la primera vez porque no existe ayer y sólo ve peligro en el abandono de la causa. La duda, la contingencia necesaria. La bondad. La sabiduría. La prudencia. El lugar donde somos eternos y por eso los relojes enloquecen sin remedio.
Bienvenido a mi país.